jueves, 6 de septiembre de 2007

Razones de "El libro de Juan"

I
Y mirándote, como ahora te miro
muerto sobre una hoja de otoño
una hoja dorada y traslúcida
por esa dificultad que da la muerte
tan profunda y compleja
para la gente del amor
que se muere sencillamente
sin demasiadas estridencias
con el cuerpo desnudo apoyado
en calendarios rotos

II
De tu mano voy caminando hacia la muerte
Casi como una lejana ternura tu mano cada vez más fría
Has visto mi pecho estallar en hilos de colores
Y en serpientes de luz
Hoy apenas si me viste tu mirada
Tan desnuda mujer, tan astillas de hielo
tan miserable muerte para rondar con este amor
extremadamente fatigado, roto
apenas si se atreve con tu mano

III
Pusiste clavos en mi pecho, hermano
Inocente verdugo rasgaste mi piel
y laceraste la fina estirpe de mis ojos
Para eso he nacido
para ser tu víctima azul
Amor, hermano amor
besándome los labios con sangre
olvidando que te tuve en mi vientre
que te engendré, verdugo, hermosísimo niño
martillando con furia los clavos
como si tuvieras la razón y la justicia de tu lado

IV
En el cementerio en la pampa
hay hilachas de un manto que fue blanco
antes de la crucifixión
Allí descanso yo con los ojos abiertos
por si regresas, por si vuelves preguntando
por qué no resucito

V
En la fría noche del pasado
vos y yo como dos viajeros extraños
que nunca se miraron

El oscuro y lejano pasado
con sus mares de color violeta
que no vi nunca
con los bosques húmedos
de ese otoño que no viste nunca
¿Te habré amado, acaso
en una vieja casa de piedra
con sus escalones derruidos
y mi muerte de veinte años
paseando con su sombrero de paja?
Oh, la historia nuestra tiene dos líneas
una atrocidad de relojes y piernas cansadas
y sólo un mes, octubre, que no puede ser contado a nadie
porque no está en el pasado ni en los días de luto que vendrán
sólo en este hoy martirizado y tenso
donde mira la muerte sin temerle
Tan bello y altivo
como si fuera la vida que se pronuncia por siempre


VI
Deshaces las casas donde mi amor anduvo
Preparas equipaje de niebla y rocío
con el retratito de tu madre
sonriendo de hastío y de belleza
Caminas entre cajas cerradas
y ventanas que ya nunca se abrirán al poniente

Desde la muerte te miro
enterrar los frágiles días de nuestro dolor
Soy la aparecida
la desvelada señora de las casas que no tuvimos
de los mares que no tuvimos
del amor que no tuvimos

No olvides, al partir, el pan viejo de mi tristeza


VII
Subo a desvencijados altillos
a hierros herrumbados que fueron una puerta
o una cuna
Tu hijo que llevo en las pestañas
juega en el polvo y se lastima las rodillas
como todos los niños
Sabe que tiene una madre de cenizas
que ya es imposible la vida
Pero igual sonríe, obstinado y azul
al encontrar el tren de madera lustrada
con el que ayer nomás, hace unas horas
te fuiste hacia una costa de gaviotas

Todavía en el tren, el olor de la sal y la partida


VIII

A tu lado caminaba tirando de tu saco marrón
¿Quiere flores, señor?
¿Quiere quererme de esta forma de pétalos?
Apartabas mi cuerpo como quien espanta un tigre
para no sucumbir a su belleza y a su extravío


IX
De la forma serena como el mar te amaba
te ha quedado un sabor de navegante
Por eso es que no puedes sentarte en una silla
al lado de mis ojos
y mirar como trenzo y destrenzo las lagrimas
hasta lograr ese nudo que te impida moverte

X
Entonces íbamos con los abuelos
a cazar a los campos
Perdices color sepia con reflejos dorados
Vos no habías nacido
y sin embargo ya te llevaba
cargado sobre los hombros, llorando
o quejándote sobre el verde rocío de la pampa
Habia cedros y olivos y montes de eucaliptos
Entrabas y salías de los bosques
caídos en mi pecho
A veces me mirabas desde el cuerpo de una perdiz
pero tus ojos ya estaban nublados por la muerte
era imposible saber lo que decías

Frialdad y desamor la cacería, Juan
Siempre era invierno antes de que nacieras

XI
Fue en una ciudad. Caracas, Roma o Venecia
Doblé una esquina y encontré tus ojos
Claro que no eras el amor
Sólo una tristeza omnipotente y sabia
trotando por las calles en la busca
de una mujer feliz

Desde entonces te sigo
Hace tiempo que estás cansado y solo
rozando en el aire neblinoso
la cabellera de una mujer que pasa

Ya son muchas ciudades
Sé que muy pronto lloverá en tus ojos
y detendrás la marcha
Podré alcanzarte y besar tus manos

Me dijeron ayer que habías muerto

XII
El esplendor del mundo fuera de nuestros cuerpos
Los libros, los canteros con flores, la mirada del perro
la niña muerta en un altillo
con el libro de Saint John Perse clavado en la garganta
el valle del Elqui con trebolares húmedos
para apresar el pie de la Gabriela
el día que Pablo nació sobre volcanes apagados
la dulce amiga que bailaba sambas
con sus genitales dorados como si fiera una mariposa

El esplendor del mundo lejos de nuestros cuerpos

Todavía, a veces, pongo mis labios sobre la cicatriz
de tu pecho y espero
Así de fuerte la elección del martirio

XIII
Soy como la que fui, como el pasado soy Teresa
En la calle me bendicen y besan el borde de mi falda
Mi abuela corta panes de salvia para alimentarme
En los pasillos de los claustros camino lentamente
dejando gotas de sangre
Soy como la que fui, santificada en fortaleza y alegría
Uso un idioma delicado reservado a los ángeles
que en tropel me acosan y a veces me iluminan
Soy la riqueza y el esplendor de Dios
La mujer de las moradas profundas, del encuentro y el goce
Soy como la que fui, la inaccesible roca
la resucitada

Soy la que te ha engendrado para que vivas un instante
y me hables del amor pequeñísimo y frágil
que no puede entrar en mi casa
y grita inútilmente en las calles con estridente voz
Soy la vigilia y la perfección del consuelo
quien cerrará tus ojos y cubrirá con mantas
tu cuerpo desnudo
Soy como la que fui, el laberinto, la extraña
que en el pasado dijo amarte
soy apenas Teresa, la puerta de la clausura
el amor terrenal más valiente y gozoso
Soy lo que resta de la pérdida atroz
lo que no acaba nunca

Soy este triste tibio triste corazón desolado

XIV
¿Ya está atardeciendo? Preguntas
En tu pelo entrecano se ha detenido una mariposa
¿Acaso vas a morir?
No es el atardecer, respondo
Es el sopor de luz que tienen las cosas
antes de que amanezca
Después, si esa noche llega
si esa horrenda, maldita, innecesaria noche
llega
pensarás que algo ha pasado con tus ojos
y los cerrarás dulcemente
como queriendo desempañar la viejas pupilas

XV
De tu brazo he cruzado los puentes de madera
para no derrumbarme en el vacío
Una ternura antigua, como de plumas de quetzal,
llena hoy mi corazón detenido
Todavía canta en las lejanas islas
un amor con los ojos astillados
Ya no caminaré los puentes para buscarlo
porque tal vez es cierto que no estás, que te has marchado
y que sólo canta
un ruido de cristales rotos
y papeles quemados


* Inédito, 2004

3 comentarios:

Rosa maría Sobrón dijo...

estimada Edna:
Qué conmovedores sus poemas!
la felicito por su página.
Un abrazo:
Rosa María Sobrón

De Profundis dijo...

Me he tomado algunos días para rumiar tanta dolida belleza. Gracias Edna, con usted siempre se aprende,si como dice Borges "en las letras de Rosa está la rosa", en cada palabra suya está la esencia.
Un fuerte abrazo, Hugo Biondi

Gustavo Tisocco dijo...

Maravillosos poemas Edna, un placer leerla.
Un abrazo Gus.