jueves, 27 de marzo de 2008

LA CASA DEL MAESTRO de "El libro de Juan"

Camina en una tarde recortada de pinos hasta la casa de maestro.
Lleva tus antiguas flautas porque quizás haya sones que los muros recuerden, una precisa melodía de severa belleza.
Golpea el llamador de bronce con los brazos cargados d rocío, porque debes comprender que sólo un hombre de rocío sería capaz de abarcar tanta tristeza.
Un hombre de rocío sabe volver de la muerte y de 1a contemplación absorta de la tumba que está en el oeste, tan pobrecita y desamparada, tan macilenta esa tumba del oeste.
Quizá nadie responda, pero tal vez sí, insiste con tu vieja costumbre de caminar hasta el fondo de los jardines, donde las líneas de prímulas y nardos semejan una muchacha dormida. Él tal vez esté distraído o absorto. Tal vez esté mirando la línea desprendida de un capitel dorado o limpiando pinceles con sus manos de niebla o quizás esté sólo esperando la lluvia.
Nunca se sabe.
Camina en una tarde recortada de pinos hasta la casa del maestro.
Si no responden a tu llamado, si acaso tampoco entreabren las persianas de madera oscura cuando los sones de tu flauta trepen por los muros envejecidos, siéntate en el umbral de lavado mármol y mira cómo pasa la tarde a través de los pinos, casi enceguecida por la lluvia.
Te preguntarán al pasar si tienes frío o hambre y responderás que no.
Explicarás: Esta es la casa del maestro y estoy velando por si resucita.

2 comentarios:

Rio Mayo Literario dijo...

Hola Edna, como estas soy pascual alvarez que alguna vez te entreviste por radio,, muy bueno el blog, te felicito, y si quieres te añado a mi blog de literatura y si tu quieres puedes añadirme en el tuyo,,,
felicitaciones.. pascual

Maria Taurizano dijo...

Gracias!!!! Siento que "La casa del maestro" me contiene, estoy menos sola.
"Negro. Blanco. Cuando lo conocí, él deambulaba de un extremo absoluto al límite inabordable del otro extremo. No lograba permitirse una diagonal intrusa, amarilla; o una perpendicular amenazante, violeta; una lágrima deforme y roja. Negro y blanco lo marcaban y lo contradecían ahí donde más valiente él pretendía batallar. Donde como un justiciero blandiendo una espada de metal, él blandía un pincel de cerda de camello y decía, no hay menos blanco, ni más negro, son diferentes grises."